Era Casandra una jovencita canaria adolescente de unos 15 años perdidamente enamorada de Iván,
un chico de su misma edad. Todos conocían su idílica relación, aquella
íntima amistad que los llevaba a compartir interminables momentos bajo
un frondoso árbol. Pero no era tiempos buenos para relaciones
adolescentes; la prudencia debía invitar a la calma; la calma a la
astucia y la astucia a la paciencia para descubrir los momentos
propicios para encuentros furtivos. Sin embargo, el primer amor siempre es descuidado, y los descuidos son buenos compañeros de las envidias ajenas, los prejuicios y las venganzas.
Nadie en su localidad veía la relación con buenos ojos. La tachaban
de insana, de antinatural y pronto, su familia se vio señalada. Aturdido
y no menos enojado, el padre de Casandra decidió
acabar drásticamente con aquella situación pues tal deshonor familiar
exigía la muerte del amado. Así, Iván abandonó este mundo a manos del
padre de Casandra.
Desolada y al mismo tiempo resentida contra su padre, Casandra
decidió vengarse de su padre pactando con el Diablo, pero una vez más el
descuido la condenó. Sus deseos de venganza fueron descubiertos y ante,
tal pacto con Lucifer, Casandra fue acusada de bruja y quemada bajo el
mismo árbol que fue testigo del amor de ambos jóvenes.
Dicen los del lugar que aún hoy día, de cuando en cuando, se escuchan
los gritos de una joven y que junto al árbol es posible escuchar
cadenas arrastrándose sujetando el alma en pena de Casandra que aún vaga por aquel lugar.
Hay no obstante una segunda versión de esta leyenda de Casandra que, si bien acaba con los mismos resultados, presenta unos hechos muy diferentes.
Dices estas otras lenguas que, fruto de aquella relación entre
Casandra e Iván, nacieron dos mellizos. Pero quizás producto de una
crisis emocional tras el parto o quizás de las propias inseguridades de
la chica, Casandra comenzó a dudar del amor de Iván cuando ésta
envejeciera y perdiera su belleza. Decidió entonces invocar al Diablo
para pedirle belleza eterna, pero éste, sibilino como siempre, solo le
concedió el deseo a cambio de la vida de sus dos mellizos.
Casandra no lo dudó un instante y marchó hacia el árbol testigo de su
amor con los dos niños en brazos. Mas cuando se disponía a darles
muerte apareció Iván. Enloquecido, el amante de Casandra y padre de
aquellas dos criaturas se abalanzó sobre la chica, la ató al árbol y
allí mismo la quemó. Los niños se salvaron pero el alma de Casandra
quedó para siempre atado a aquel árbol, gritando eternamente por el
dolor de sus quemaduras y, sobre todo, por la pena de haber intentado
matar a sus propios hijos.
buen verso chico
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